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Creatividad/ Procesos

Sindrome de la impostora

¿Cómo se diferencia del aprendizaje?

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El síndrome de la impostora 

El síndrome de la impostora, según se describe en el libro del mismo nombre escrito por Élisabeth Cadoche y Anne de Montarlot, es una sensación constante de inseguridad y duda sobre las propias capacidades, especialmente en el ámbito profesional y en el creativo.
A pesar de los logros y el éxito, las personas que lo padecen sienten que no merecen sus éxitos y que en cualquier momento serán «descubiertas» como un fraude.

Este fenómeno se ve con frecuencia en mujeres a consecuencia de la forma en la que hemos sido socializadas. Así, tendemos a subestimar nuestras habilidades y atribuimos los logros a la suerte, en lugar de reconocer el esfuerzo y talento que nos han llevado a terminar cualquier proyecto.

El síndrome de la impostora está ligado a una falta de confianza mezclada con una autoexigencia muy alta y puede limitar nuestro desarrollo personal y profesional.

Síndrome de la impostora

La diferencia entre ser aprendiz y tener síndrome de la impostora.

La diferencia entre ser aprendiz y tener síndrome de la impostora radica en cómo interpretamos nuestras capacidades y el proceso de aprendizaje.

Ser aprendiz implica reconocer que estamos en una etapa de crecimiento, donde es normal no tener todas las respuestas y cometer errores mientras adquirimos nuevas habilidades.
Es una actitud abierta y positiva hacia el aprendizaje, en la que entendemos que la práctica y el tiempo nos llevarán a tener éxito, pero que también nos genera inseguridad y nos produce miedo.

En cambio, tener síndrome de la impostora, a menudo influenciado por una baja autoestima y una herencia histórica de exigencias, nos lleva a experimentar una duda constante sobre nuestra valía, incluso cuando ya tenemos experiencia en las tareas que desempeñamos.

Aparece el perfeccionismo y cuando se padecen este síndrome, la sensación constante es un temor profundo a decepcionar a los demás, y cualquier éxito que se logre, se atribuye a la suerte o al engaño, en lugar de reconocer su esfuerzo.

Mientras que el aprendiz acepta sus limitaciones temporales con confianza y sabe cuándo pedir ayuda, quien sufre el síndrome de la impostora está atrapado en la creencia errónea de que esas limitaciones son permanentes y que, en cualquier momento, será «descubierto» como un fraude.

sindrome de la impostora

Algunas ideas para trabajar nuestra confianza (y dejar de sufrir creativamente)

Reconocer y desafiar los pensamientos negativos:

Uno de los primeros pasos para poder lidiar con el síndrome de la impostora es ser consciente de esos pensamientos de auto-duda que constantemente nos dicen que no somos lo suficientemente buenas.

Según las autoras Elisabeth Cadoche y la psicoterapeuta Anne Montarlot es fundamental identificar estos pensamientos y desafiarlos activamente, recordando tus logros, las habilidades que has desarrollado y el esfuerzo que has puesto en tu trabajo. También es importante reconocer la valía de los procesos y no pensar en que no triunfar a la primera equivale a un fracaso.

Reemplaza esas creencias limitantes con afirmaciones más realistas y positivas sobre ti misma, te ayudará a ganar la seguridad necesaria para comenzar cualquier proyecto creativo.

Un buen ejercicio que te recomiendo es mantener un diario de logros y agradecimientos.
Estar en contacto con los pequeños pasos que damos en nuestro día a día puede hacer más fácil el camino hacia creer en una misma.

Hablar y pedir ayuda:

El síndrome de la impostora se alimenta del silencio y del aislamiento. Las autoras aconsejan que compartir tus sentimientos con personas de confianza puede ser un alivio y una revelación. Al hablar con colegas, mentores o amigas, te darás cuenta de que no estás sola en estas experiencias.

Además, pedir ayuda cuando la necesitas no es una señal de debilidad, sino una muestra de madurez y autoconocimiento. Esto te ayudará a romper con la idea de que debes hacerlo todo sola y de manera perfecta. 

Cultivar la autoaceptación:

Un consejo clave es aprender a aceptarte tal como eres, con tus fortalezas y debilidades. Esto significa dejar de compararte con los demás y entender que cada persona tiene su propio camino y ritmo de aprendizaje. La autoaceptación te permitirá reconocer que no necesitas ser perfecta para ser valiosa.

Cuando te aceptas completamente, te liberas de la presión de cumplir con expectativas poco realistas y te das permiso para ser humana, lo que es fundamental para desarrollar una autoestima saludable y alejarnos del perfeccionismo. 

Problema colectivo

En resumen, el síndrome de la impostora es un fenómeno que afecta especialmente a las mujeres, en gran parte debido a la forma en la que han sido criadas y las expectativas que se han colocado sobre ellas. Aunque muchas pueden ser expertas en su campo, la baja autoestima y el miedo al fracaso distorsionan su visión de conjunto, llevándolas a creer que su éxito se debe solo a la buena suerte y no a sus habilidades reales. Incluso cuando alcanzan altos niveles de competencia, siguen sin creer que merecen su lugar, lo que refuerza la idea errónea de ser una impostora. Superarlo requiere un trabajo consciente para reconstruir la autoestima y aceptar que el éxito es el resultado de su esfuerzo y talento, no de un golpe de suerte.
Pero no hay que olvidar que es un problema colectivo y no individual. 

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