el blog de mirada cursiva

Creatividad/ Procesos

Etimología de la palabra: procrastinar

Tabla de contenidos

Etimología y origen del concepto de procrastinar

La etimología de la palabra procrastinar tiene su origen en el latín. Se deriva del verbo «procrastinare», que se compone de dos partes:

  1. «Pro-«: un prefijo latino que significa «hacia adelante» o «para».
  2. «Cras»: una palabra latina que significa «mañana».

La combinación de estos elementos da lugar a «procrastinare», que se traduce como «dejar para mañana» o «diferir hasta mañana». De esta manera, procrastinar se refiere al acto de posponer o aplazar tareas o responsabilidades para un momento futuro, en lugar de abordarlas de inmediato.

Pero para ir un poco más allá en su significado, podemos revisar el origen de la palabra en inglés. Desde su primera aparición en inglés en el siglo XVI, la palabra «procrastinación» no ha significado simplemente aplazar algo, sino hacerlo de manera irracional. Esto implica postergar tareas de manera voluntaria a pesar de ser conscientes de que dicha demora nos perjudicará. Al procrastinar, somos conscientes de que no realizar nuestras tareas pendientes tendrá consecuencias negativas

¿Qué NO es procrastinar? 

Todos tenemos una serie de tareas que hacer a lo largo de nuestros días que nos llevan tiempo. Hacer la colada, ir al super, organizar (por fin) el armario de la cocina, llamar a esa amiga con la que llevamos tiempo sin hablar.  Esto no siempre tiene que ver con la procrastinación, hay muchas tareas para las que realmente no tenemos tiempo o que no entran en nuestras prioridades inmediatas. 

Demorar tareas no es procrastinar. En palabras del psicólogo Timothy A. Pychyl

«Procrastinar es demorar voluntariamente algo que íbamos a hacer a sabiendas de que la dilación puede perjudicarnos por no llevar a cabo la tarea puntualmente o incluso cómo nos sentimos con respecto a esta o a nosotros mismos. Procrastinar es una voluntaria e innecesaria dilación»

¿Por qué procrastinamos?

La procrastinación es un fenómeno complejo que va más allá de la simple pereza o la falta de organización. Varias teorías y estudios han intentado desentrañar las razones detrás de este comportamiento tan común, pero que nos trae consecuencias negativas para nuestra autoestima y que incide de manera importante en nuestros procesos creativos

La procrastinación es un fenómeno complejo que va más allá de la simple pereza o la falta de organización. 

Investigando, estas algunas de las razones por las cuales aplazamos las tareas que sabemos que tenemos que hacer:

Falta de confianza y expectativas: 

Aunque a veces la procrastinación se debe a un exceso de confianza, lo más común es lo contrario.
Generalmente, los procrastinadores tienen menos confianza, especialmente en las tareas que tienden a posponer. La falta de confianza puede manifestarse de varias formas en la procrastinación.

Por ejemplo, algunas personas posponen una tarea porque no se sienten seguras de poder completarla con éxito. Temen fallar o no estar a la altura de las expectativas, por lo que prefieren evitar la tarea en lugar de arriesgarse.


Otra forma en la que la falta de confianza puede contribuir a la procrastinación es a través del perfeccionismo. Algunas personas procrastinan porque tienen estándares muy altos para sí mismas y temen no poder cumplir con esas expectativas. Prefieren posponer la tarea en lugar de enfrentar la posibilidad de no hacerlo perfectamente.

Además, la falta de confianza puede causar pensamientos negativos sobre uno mismo, como «no soy lo suficientemente capaz» o «no soy lo suficientemente inteligente». Estos pensamientos pueden sabotear la motivación y llevar a postergar las tareas.

En resumen, la falta de confianza puede jugar un papel importante en la procrastinación a corto y largo plazo. Es importante reconocer estos sentimientos de inseguridad y trabajar en desarrollar habilidades para aumentar la confianza en uno mismo. Esto puede incluir establecer metas realistas, practicar la autoaceptación y buscar apoyo de amigos, familiares o profesionales si es necesario. 

Asignación de valor:

Otra de las razones por la que la procrastinación puede convertirse en un hábito es porque las tareas que tenemos pendientes no nos gustan o no tienen un valor importante. Las gestiones burocráticas, las labores cotidianas de la casa  o las responsabilidades laborales tediosas pueden ser algunas de las razones por las que procrastinamos. Cuando no disfrutamos de las actividades que debemos realizar, es más probable que las dejemos para después y pospongamos su ejecución.

Además, si no vemos un valor significativo en completar una tarea, es probable que la posterguemos. Por ejemplo, si consideramos que una tarea no tiene un impacto importante en nuestra vida o en nuestro trabajo, es probable que la releguemos a un segundo plano.

Es importante identificar cuáles son las tareas que nos generan esta resistencia y tratar de encontrar formas de motivarnos para llevarlas a cabo. Esto puede implicar establecer metas claras, dividir la tarea en pasos más pequeños y manejables, o buscar maneras de hacerla más interesante o gratificante. De esta manera, podemos romper el hábito de procrastinar.

El tiempo:

El último factor tiene que ver con la distancia que existe entre el momento de hacer algo y el tiempo que tarda en dar resultados. Tendemos a ver las metas y preocupaciones de mañana de modo abstracto, es decir, en líneas generales e indistintas, mientras que, en cambio, vemos las metas y preocupaciones inmediatas de hoy de modo concreto, es decir, con mucho detalle en lo que se refiere al quién, al cómo, al dónde y al cuándo.

Esta tendencia a dar más importancia a lo inmediato se conoce como «sesgo temporal». Cuando algo requerirá tiempo para dar resultados, tendemos a subestimar su importancia y a procrastinar o postergar su realización. Por ejemplo, puede ser difícil para una persona comprometerse con un programa de ejercicio regular si no ve resultados inmediatos en su peso o estado físico.

La impulsividad y la necesidad de una recompensa inmediata son los elementos claves de la procrastinación. 

Etimología palabra procrastinar

¿Se puede dejar de procrastinar?

De alguna manera procrastinar es inherente a nuestra vida. Todos hemos pensado alguna vez «esto lo dejo para mañana» o » que se encargue mi yo del futuro» y son las fechas de entrega las que nos empujan a tomar decisiones que hemos estado evitando. Pero cuando hablamos de cosas que al no hacerlas, nos generan culpabilidad y pueden tener consecuencias negativas para nosotros o para las personas que nos rodean, es aquí donde entender de dónde nace la procrastinación nos puede ayudar. 

Como hemos visto a lo largo de este artículo, aplazar tareas no tiene tanto que ver con la pereza o con una mala gestión del tiempo, sino con una dificultad de enfrentar las emociones desafiantes. 

La procrastinación puede ser causada por diferentes razones, como el miedo al fracaso, la ansiedad o el perfeccionismo. En lugar de castigarnos, es importante enfocarnos en encontrar formas de manejar nuestras emociones y superar los obstáculos que nos impiden avanzar. Además, es importante recordar que es perfectamente normal procrastinar de vez en cuando. Lo importante es reconocer cuándo estamos procrastinando y tomar medidas para superarla en lugar de permitir que se convierta en un patrón que afecte nuestra vida y nuestras metas.

La clave está en ser compasivos con nosotras mismas y buscar soluciones saludables para enfrentar las emociones que nos impiden avanzar. 

Libros y referencias consultadas para este artículo: 

La solución a la procrastinación – Timothy Pychyl

Cómo evitar la procrastinación – The New York Times

Procrastinación – Piers Steel

Recibe las cartas

De la newsletter de Mirada cursiva

MIrada cursiva